La red social fundada por Mark Zuckerberg celebra un aniversario como una empresa rentable que ganó el pasado año mil millones de dólares y centrada ahora en el campo de la movilidad
Publicado por J.M.Sánchez en ABC - www.abc.es/tecnologia
Aquel pequeño geniecillo llamado Mark Zuckerberg que se obsesionaba por unir a personas de una universidad es hoy en día un joven multimillonario (se le calcula una fortuna de 20.000 millones de dólares) cuya empresa, Facebook,cotiza al alza y genera unos mil millones de beneficios netos anuales. La primera piedra de este inmenso proyecto se puso hace justo diez años, que en términos tecnológicos serían dos o tres vidas.
Cuestionada a más no poder por sus términos de uso y privacidad, la compañía es, actualmente, la mayor red social del mundo gracias a sus 1.139 millones de usuarios repartidos en todo el mundo (el 9% usuarios falsos, eso sí). Que se dice pronto, representa un cuarto de la población mundial. Tal es su magnitud que resulta difícil pintarlo en la cabeza. Nació como una reunión virtual para universitarios de la Universidad de Harvard, pero ha conquistado el mundo, expandiéndose por todo rincón rápidamente. Primero por Boston y Stanford hasta todos los centros del país.
Un poco de historia…
Pero su historia tuvo un principio, no demasiado fácil que digamos. Zuckerberg había escrito en 2003 una serie de códigos de programación para arrancar un programa llamado Facemash. Consistía en un ranking en el que se animaba a votar en función de la belleza de las chicas. En seguida, las votaciones se pusieron en ebullición. Para lograr aquello, accedió a los ficheros del centro universitario para lograr las imágenes de los estudiantes. En solo cinco horas de estar en línea generó más de 20.000 imágenes vistas y 450 usuarios nuevos. Acusado de violar la seguridad, fue expulsado, pero los cargos de violación de los derechos de autor fueron retirados en última instancia. Facebook es el ejemplo de aquellas compañías y sueños empresariales que nacieron de una habitación a convertirse en todo un fenómeno global.
Tras este incidente, el 4 de febrero de 2004 lanzó thefacebook.com (el «the» lo perdería un año después al comprar por 200.000 dólares el actual dominio). Una semana después, los famosos hermanos Vinklevoss (Cameron y Tyler) le acusaron de engañarlos haciéndoles creer que les ayudaría a construir una red social llamada HarvardConnection.com, que por supuesto quedó relegada al ostracismo. ¿Les robó la idea? ¿Se aprovechó de sus recursos?
En cuestión de pocos meses, en junio, ya se había fabricado la empresa, con sede en Palo Alto (actualmente en Menlo Park desde 2011), recibiendo incluso una inyección de capital por parte de PayPal para comenzar a dar los primeros pasos. En noviembre de 2010, Facebook se convirtió en la tercera empresa de internet más valorada de EE.UU, solo superada por Google y Amazon, hasta llegar a su salida a bolsa en febrero de 2012.
Hacia el «vouyerismo» ilustrado
Es posible que más de uno que esté leyendo estas líneas piense que tener cuenta en Facebook puede suponer una pérdida de tiempo. A nivel social y psicológico, se han tratado adicciones por culpa de las redes sociales y, por supuesto, este servicio del que hacemos mención ha contribuído a que miles de personas no pierdan de vista lo que contactos y amigos publican en sus perfiles cada día, como un ritual al que atenerse cada mañana. Todos tenemos un «voayer» dentro y en este tipo de plataformas ha aflorado una actitud que, como se aprecia en la película «La red social», dirigida por David Fincher, la obsesión por darle a la tecla F5 puede suponer un problema.
Cambio en las relaciones personales
Lo cierto es que, con su popularización, han cambiado las relaciones personales. La comunicación social se desliza desde hace unos cuantos años por el envío de mensajes de texto, las personas intercambian todo tipo de comentarios desde aparatos electrónicos que nunca damos de lado, ni para ir siquiera al baño. Mandamos imágenes, compartimos opiniones, nos quejamos y tenemos la posibilidad de estar continuamente en contacto con los contactos.
Para bien o para mal, la vida ha quedado expuesta (y expuesta) a un muro. Si no está en Facebook nunca ha pasado. Hay una necesidad casi suprema que impulsa a sus usuarios a avanzar los pasos que uno da, describir los conciertos a los que asiste, mostrar las quejas que inundan su ira, dar la perspectiva personal sobre una noticia de impacto o, en muchas ocasiones, si estamos o no disfrutando de la vida.
No son pocas las voces que alertan de que su uso reiterado puede desembocar en un aumento de sentimientos antisociales. La Comisión Europea aseguró en 2011 que esta plataforma puede suponer un severo riesgo para los niños por su desconocimiento del control de su intimidad. Según los cálculos de este organismo, el 77% de los jóvenes de entre 13 y 16 años, y el 38% de los de entre 9 y 12 años tiene un perfil en una red social y el 25% de todos ellos lo tiene público, es decir, visible para todos, lo que puede acarrear problemas. Otros estudios, en este caso el presentado por el bufete de abogados Divorce-Online, acreditan que puede conducir a multiplicar los casos de divorcios e infidelidades.
Pero no solo eso, estudios recientes han demostrado que Facebook genera efectos negativos en la autoestima de sus usuarios al activar sentimientos negativos como la envidia y el resentimiento por el reguero de publicaciones felices de algunos usuarios acerca de sus felices vacaciones, según recogía un estudio de la Universidad de Utah en 2012. Un informe elaborado por dos universidades alemanas descubrió que uno de cada tres personas estaban más satisfechas con sus vidas después de visitar Facebook.
La teoría de los seis grados
Facebook también ha servido para unir a personas con intereses comunes y se han dado casos en los que familiares perdidos y lejanos se han encontrado. Al margen de ejemplos nostálgicos y cargados de ternura, el caso es que las conexiones entre ciudadanos se han ampliado y la distancia entre conocidos se ha reducido. Un estudio de la Universidad de Milán presentado en 2011 aseguraba que conforme aumentan los usuarios de Facebook, el número de pasos del proceso disminuye y que si se limita a contactos de un mismo país, el proceso se puede completar con solo tres pasos (cuatro si se cuenta al usuario que inicia el proceso).
Los investigadores analizaron las relaciones de amistad de 721 millones de estos usuarios -un 10% de la población mundial- como muestra para pulverizar la teoría de los seis grados de separación, que sostiene que dos personas de cualquier parte del mundo pueden estar conectadas a través de cinco personas que hacen de puntos de unión (en total son siete personas, la que inicia la cadena, la que la finaliza y los cinco intermediarios).
Polémicas por la privacidad
Que si vende publicidad, que comercializa los datos de sus usuarios. Cuando alguien se plantea estas dudas siempre hay que recurrir, a modo de enganche, a la máxima en los negocios de internet: «Cuando algo es gratis es porque el negocio eres tú». Y es cierto, porque gracias a la actividad de sus usuarios, a las fotos que publican, a las páginas a las que le dan «me gusta», la compañía segmenta la publicidad, la teledirige y amplía las posibilidades de llegar a su público. Y, por tanto, ganar dinero.
Cada vez que se cambian los términos de uso se genera un revuelo y un cierto temor entre los usuarios. Algunas de esas modificaciones han provocado que, en el momento de activarlas, el muro de cada usuario volviera a ser público y poco restrictivo. Hubo momentos de incertidumbre, por ejemplo, cuando se hablaba de la introducción del reconocimiento facial para las imágenes subidas.
Estrategia hacia el móvil
Facebook ha ascendido al Olimpo de las grandes empresas, desbancando a la veterana y gigantesca Yahoo del segundo puesto de ingresos publicitarios digitales. La empresa, concebida para el consumo desde el ordenador, ha tratado de hacer frente a la oleada de los servicios de mensajería instantánea para dispositivos móviles tales como WhatsApp (430 millones de usuarios) o Snapchat adecuando su funcionalidad para enviar mensajes en una era cada vez más móvil.
Por eso no es de extrañar que sus nuevos productos, los más recientes, se hayan centrado en este campo, como la aplicación Paper -de momento solo disponible en los Estados Unidos- o la adquisición de Instagram, en un movimiento para comprender mejor y dirigirse al negocio de la publicidad móvil.
El actual reto de la firma es rascar dinero de este negocio. Y parece que, pese a las dudas de si se aproxima a su caída y a los retos, lo va consiguiendo, ya que los ingresos publicitarios desde el móvil representan ya el 53% de los beneficios globales (el 16% de la publicidad móvil de EE.UU, en comparación al 32,4% de Google), cuando dos años antes este era un negocio desconocido.